miércoles, 15 de octubre de 2008

Volatilidad en los Mercados: ¿riesgo u oportunidad?


La volatilidad de un activo financiero es, como sabemos, la desviación (positiva o negativa) dentro del estándar de valor de dicho instrumento en un marco temporal específico. Dicho de forma más simple: son las oscilaciones (a la alza y a la baja) en el valor de dicho instrumento, dentro de una tendencia determinada.
Ahora bien, ¿es éste un elemento positivo o negativo a la hora de armar un portafolio de inversiones?
Según las más modernas teorías de administración de carteras, la volatilidad es uno de los grandes enemigos de los inversores, y esto sería así dado que del mismo modo que dicha volatilidad puede elevar nuestras ganancias por encima de lo normal (siempre dentro del estándar del que hablábamos) también puede elevar nuestras pérdidas de una forma sumamente peligrosa.
Por lo tanto, como inversores, ¿nos conviene invertir en un activo de alta volatilidad o, por el contrario, debemos buscar activos cuyos precios sean más estables?
Aquí, una vez más, se vuelve decisiva nuestra filosofía de inversión y el horizonte temporal que nos hayamos trazado para nuestra cartera.
Para un inversor de valor, la volatilidad será su gran fuente de riqueza, y esto es así, porque al inversor de valor lo único que lo preocupa es el valor intrínseco del activo y la posibilidad de que ese valor se mantenga en el tiempo. Por lo tanto, cuando vea que su precio (producto de la volatilidad generada por el pánico, por ejemplo) cae muy por debajo de su valor intrínseco, simplemente comprará y esperará pacientemente a que las condiciones se normalicen y el valor del activo, tarde o temprano, se refleje en su precio de mercado.
Un inversor temeroso de perder o cuyo horizonte temporal es menor, en cambio, deberá evitar posicionarse en esta clase de activos, dado que es posible que por temor o necesidad decida vender antes de tiempo y asuma, de ese modo, una pérdida absolutamente innecesaria para su cartera.
Por último, me parece importante remarcar el hecho de que en los períodos contractivos suelen producirse incrementos notorios de la volatilidad en casi todos los activos. Y es allí, en esos momentos, donde las estadísticas nos muestran los pisos del mercado. Por lo tanto, si bien no es fácil detectar esos pisos, sí es importante tener presente que las mayores posibilidades de ganancias están asociadas a ese elemento muchas veces tan temido que es la volatilidad. En estos casos, como es lógico, será imprescindible que hagamos un análisis fundamental correcto, no sólo de la compañía y el sector en el cual vamos a invertir, sino de la economía en su conjunto.
Como dato final, tengamos en cuenta que los pisos de los mercados suelen encontrarse, estadísticamente, un poco antes de que las señales contractivas empiecen a revertirse.

miércoles, 8 de octubre de 2008

Petróleo: algunas lecciones de la caída en su cotización


El Mercado, en ocasiones, es capaz de consumar absurdos que a primera vista resultan inexplicables, aunque finalmente los fundamentos terminan por imponerse.
Esto es, en mi opinión, lo que está pasando con el precio del petróleo.
La suba de US$ 60 a US$ 145, en pocos meses, sin alteraciones significativas en los factores de oferta y demanda y a las puertas de una de las crisis financieras más graves de las últimas décadas (con la consecuente desaceleración económica y caída en la demanda de energía que supone) constituía, por cierto, una situación insostenible que tarde o temprano terminaría por sincerarse.
¿Cuál fue el motivo de esta enorme burbuja? Fundamentalmente, el desarme de posiciones en acciones de los grandes inversores institucionales y su arbitraje a materias primas (esto explica también la suba extraordinaria que experimentaron productos como la soja).
Ahora bien, ¿hasta cuando podía sostenerse esta situación? Hasta que la suba fuera excesiva y, por supuesto, hasta que los managers de estos enormes portafolios terminaran de convencerse de que la recesión de la economía mundial había dejado de ser una mera especulación para convertirse en una realidad concreta e ineludible.
En este sentido, entonces, me parece importante remarcar dos hechos:

1. Se puede conocer el modo en que operan estos grandes jugadores del sistema y, eventualmente, seguir su estrategia (esto es bueno para las entradas, porque el propio volumen de compras que generan produce las grandes subas; no así para las salidas, por razones exactamente opuestas).

2. Por el contrario, podemos decidir operar siempre en base a fundamentos (evitando así el riesgo de las burbujas).

Por supuesto, cualquiera de esas dos opciones son, en principio, válidas, siempre y cuando coincidan con nuestra filosofía de inversión.
Lo que no es válido, en cambio, es desconocer la existencia de estos grandes jugadores y su influencia en las artificiales cotizaciones de determinados activos que, tarde o temprano, terminan por desinflarse o explotar.

miércoles, 1 de octubre de 2008

¿Quiere ser exitoso en los mercados? Compre Pánico y venda Euforia


Parece fácil visto a la distancia y con la perspectiva que suele dar el tiempo. Pero por alguna razón, aunque la historia la avale, la consigna de “comprar pánico, vender euforia”, no es una estrategia que demasiados inversores estén en condiciones de aplicar.
¿Por qué es esto? En parte porque muchos inversores individuales no tienen la suficiente fortaleza para entrar a los mercados en momentos de grandes caídas y, al mismo tiempo, porque los inversores institucionales (los mayores jugadores del sistema) están sujetos a innumerables limitaciones propias de su política de inversión, condicionada a su vez por la necesidad de obtener resultados positivos permanentes que satisfagan las expectativas de sus clientes.
Esto hace que ambos vendan en momentos de pánico (cuando lo recomendable sería comprar) y compren en momentos de euforia (cuando lo recomendable sería vender).
Hay una norma no escrita en los mercados que, salvo que el sistema capitalista colapse completamente (cosa para la que deberíamos tener bastante mala suerte, considerando sus varios siglos de vida), se verifica una y otra vez: cuando el pánico es total, se suele estar muy cerca del piso del mercado; por el contrario, cuando la euforia es total, se suele estar cerca del techo.
Esa capacidad de maniobra que otorga, entonces, la condición de inversor individual (libertad que responde no sólo a la ausencia de condicionamientos externos a la hora de tomar decisiones, sino también a la relativa facilidad con que una posición puede ser armada o desarmada), debería allanarnos el camino para aprovechar al máximo posible estos momentos de alta volatilidad caracterizada por el pánico.
El inversor inteligente, entonces, debería ser capaz de analizar adecuadamente un contexto determinado y aprovechar las oportunidades que toda situación de pánico ofrece. Luego, debería mantener su posición (aunque esta baje circunstancialmente) y esperar a que el ciclo revierta, con la consecuente desaparición del pánico y la irrupción de su contracara: la euforia. En ese momento, el inversor inteligente volverá a ir en contra del mercado y venderá su posición en el momento que crea más conveniente de acuerdo a su análisis.
Esto, que parece tan simple, requiere nada menos que del control de las emociones, lo cual es la piedra angular de una estrategia de inversión exitosa.
No está demás recordar que el mercado siempre anticipa a la economía real, por lo tanto, si esperamos los signos de reversión de ciclo de la economía real (PBI, empleo, inversión, etc.) probablemente sea ya demasiado tarde y las mejores oportunidades hayan pasado.

miércoles, 24 de septiembre de 2008

Cómo ganar US$ 1.500 millones especulando en contra de los bancos


El multimillonario John Paulson, jefe de uno de los fondos de inversión que jugaron con las posiciones cortas para lucrarse a costa del hundimiento bursátil de muchos bancos, ha reconocido que con estas prácticas ganó unos u$s1.500 millones.
Según informa The Guardian en su versión digital, la especulación con las posiciones cortas ha provocado su suspensión temporal en las Bolsas de medio mundo. Primero fue en Nueva York, pero el fenómeno se ha extendido a mercados bursátiles como el británico y el español.
Esta práctica consiste en que, ante la previsión de la caída de un valor bursátil, el inversor pide prestadas las acciones a algún inversor a cambio de una comisión. Una vez prestadas las acciones, las vende a la espera de que caigan a un nivel más bajo, momento en el que las recompra para devolverlas al propietario inicial.El margen entre una operación y otra va al bolsillo del previsor.
Paulson apostó por la caída de cuatro bancos, incluido HBOS, adquirido por Lloyds TSB tras sufrir su colapso bursátil.
La Autoridad de Servicios Financieros descubrió las posiciones cortas de Paulson cuando operó con esta entidad, aunque no fue el único: el regulador amenazó con revelar el nombre de otros especuladores si no cancelaban estas prácticas en menos de 24 horas.
Sin embargo, el multimillonario ha hecho públicas sus operaciones por iniciativa propia.
Sus posiciones cortas afectaban a Royal Bank of Scotland (0,87% de participación, 371millones de beneficios); Lloyds TSB (1,76%, 328 millones); HBOS (0,95%, 117 millones) y Barclays (1,18%, 326 millones).
La venta masiva de acciones por las posiciones cortas impulsaron las fuertes turbulencias bursátiles de la última semana. Por otra parte, la desconfianza de los inversores ante la debilidad de la banca aumentó al observar la venta masiva de acciones, lo que redundó en un pánico mayor.

miércoles, 17 de septiembre de 2008

El caso Lehman Brothers: explicaciones y consecuencias


Los mercados se derrumbaron el lunes luego de conocerse la noticia de que no habría salvataje gubernamental ni compra privada de Lehman Brothers. ¿Por qué, a diferencia de otros casos, no se evitó la quiebra? ¿Qué implicancias puede tener el hecho para el sistema financiero global?

Al cierre de la última semana los mercados se mostraban moderadamente optimistas con relación a los temores más recientes. Tras el salvataje de Fannie Mae y Freddie Mac, la noticia de que se estaban llevando a cabo reuniones de alto nivel sobre el futuro de Lehman Brothers permitía imaginar una probable solución a los problemas financieros del cuarto banco más importante de Estados Unidos.
Pero en esta ocasión, las reuniones del fin de semana tuvieron un final diferente. En cuanto se anunció que no habría apoyo gubernamental al plan de salvataje, muchos de los bancos que estaban participando de las negociaciones se levantaron de la mesa.
El golpe final lo dio con su salida el banco inglés Barclays, aunque -insistimos- el punto decisivo en esta negociación tuvo que ver con la negativa del gobierno norteamericano de garantizar los riesgos de la operación.
La gran mayoría de las instituciones de Wall Street están enfrentando problemas evidentes de financiamiento y difícilmente se encuentren en condiciones de arriesgar capital si no cuentan con un seguro proveniente del sector público. Sabiendo esto, nos preguntamos: ¿Por qué las autoridades decidieron no apoyar el salvataje de Lehman, como sí lo hicieron con Bear Stearns?


Riesgo moral y riesgo sistémico

La industria financiera es muy diferente a cualquier otra actividad económica. La confianza en los bancos es definitivamente su principal activo.
No existe un sólo banco en el planeta que sea capaz de cumplir con todas sus obligaciones si éstas le son exigidas al mismo tiempo y sin previo aviso.
Al respecto, si se produce una crisis de solvencia en un banco, siempre existe la posibilidad de que los inversores decidan retirar también sus depósitos de otras instituciones, impulsados por el temor que genera el caso de insolvencia.
Un banco con un balance sólido y una política financiera razonable puede verse en problemas cuando la desconfianza envuelve al sistema bancario.
A este fenómeno se lo conoce como “riesgo sistémico” y refiere al riesgo de que a partir de un hecho puntual se genere una crisis que afecte a todo el sistema y no sólo al primer protagonista.
Por este motivo es que el gobierno estadounidense decidió tomar la responsabilidad de salvar a ciertas instituciones y combatir el pánico de los inversores para que no hubiera corridas que alcanzaran a todo el sistema.
Sin embargo, cada vez que decide salvar a una institución el Estado asume un importante costo político y un aumento de lo que se conoce como “riesgo moral”: el peligro de que los bancos asuman estrategias financieras imprudentes especulando con la posibilidad de que, llegado el caso, se los termine salvando con fondos públicos.


El espíritu del capitalismo

Queda claro que la opinión a favor de que el fisco deba hacerse cargo de los errores de los privados se aleja del espíritu capitalista y de libre empresa predicado en Wall Street.
Además de monetario, cada salvataje tiene un costo importante en términos de contenido ético y de señales que se dan a los mercados.
En este sentido, creemos que el Tesoro de EE.UU. trazó una frontera en el debate al no respaldar un eventual salvataje de Lehman: le puso punto final a la política de priorizar el riesgo sistémico en perjuicio del riesgo moral.
Pueden ensayarse muchas explicaciones acerca del momento en que se tomó la decisión oficial, sean centradas en el tamaño del banco, los lazos financieros entre las diferentes entidades, el momento en que se produce el problema, etc., pero lo cierto es que ninguna suena del todo convincente.
Da la impresión de que en algún momento había que poner un freno a la política de salvatajes y así se hizo. De aquí en adelante, los bancos operan bajo su propia responsabilidad, por lo que no sería de extrañar que surjan nuevos inconvenientes en otras entidades.

Fuente: http://www.inversorglobal.com/